Al momento de escribir, uno siempre pone en juego todas las habilidades de que dispone, en el proceso de selección de tema y de las palabras a utilizar, además de imprimir todo el esfuerzo para intentar expresar lo más fielmente posible aquello que desea.
Es importante tener siempre en mente lo que queremos decir, no desprendernos de ello para mantener el hilo conductor de nuestra exposición, haciéndola coherente; pero más importante aun es la selección de los conceptos con los que queremos enunciarlo. Si bien existe ambigüedad de algunas palabras, deberíamos intentar -si es este el caso- definirlas en el mismo escrito, para restar dudas acerca del uso que le conferimos en nuestra producción.
Siempre que sea necesario, dar una definición del concepto en función de lo que para nosotros significa, es una tarea que resulta en beneficio del mejor entendimiento de aquello que estamos manifestando.
Redefinamos: un Concepto es una unidad cognitiva de significado, esta compuesto, como lo enseña a teoría de Ferdinand de Saussure, por dos elementos, a saber: significante y significado. El primero es el término, la expresión lingüística; mientras el segundo tiene que ver con la interpretación que hacemos del mismo. Un concepto definido, bien utilizado (oportunamente esgrimido) implica la estrecha relación entre ambos elementos. Es decir, que la palabra se ajuste a aquello que interpretamos de ella (que la representación mental se corresponda con la imagen fónica que la expresa).
La utilización de conceptos –tanto en la expresión oral, como escrita- puede hacernos caer en problemas comunes: inadecuación, inoportunidad; producto de su mala utilización, que a su vez puede ser resultado de la falta de conocimiento adecuado sobre mismo.
Además de tener en cuenta lo que queremos decir, es importante tener presente el contexto en el cual lo decimos, con el que quiero significar: situación, receptores de mi expresión, ámbito de la misma, etc. La interpretación está ligada de manera irremediable a las experiencias personales, de mas está decir que no todos tenemos las mismas, por lo que el significante ‘árbol’ puede remitir a cada persona de manera individual a una imagen (significado) distinta del mismo, distinta a aquella que me he representado, por lo que tener en cuenta al receptor de nuestro mensaje, su contexto y las posibles experiencias del mismo, se vuelve un factor imprescindible.
Toda esta tarea se vuelve una gran empresa, por lo que invita a despertar a todos nuestros sentidos y ponerlos en alerta. Nos empuja a exprimir nuestras habilidades y exhibirlas a consideración, ya que una vez que terminamos el escrito o el discurso oral, el mismo es de nuestra autoría, pero a la vez también de todo aquel que quiera opinar acerca de él -profesores, pares, amigos, etc.- quien/es pondrán en juicio todo el proceso que hemos desarrollado.
Evaluar cada paso y cada uso es materia obligada, implica mucho tiempo, esfuerzo y una ardua tarea, necesaria si deseamos obtener buenos resultados y buenas críticas. Considero que poder asumir la palabra (oral y/o escrita) nos comporta el compromiso de analizar lo que vamos a expresar y los conceptos que usaremos para ello. Por ello, vale la pena el esfuerzo.