Cada día parece surgir un nuevo
hecho que renueva la situación judicial, le agrega “condimento”, detalle,
evidencia. Parece que fueron años de orquestar un entramado productivo, un
negocio redituable, muy rentable. Reducido, resumido a un pequeño círculo de
poder, pero exitoso.
Advirtieron quienes se animaban a
hablar sobre esto desde el comienzo, pero como era “quien quiere oír que oiga”
y más o menos la situación económica estaba estable, los demás decidimos ver
hasta donde la tranquilidad se sentía firme. Más allá, no.
Hay que decirlo, los periodistas
y algunos personajes políticos lo denunciaron. Los verdaderos avances en las
distintas causas que involucran a la gestión pasada en la “malversación” de
nuestros recursos, se dan ahora que es una nueva gestión la que se instala tras
la victoria en las elecciones pasadas. La justicia “se anima” y los
“arrepentidos” se multiplican.
Hablar de quienes ahora hablan es
un tema aparte. A pesar de sus aportes a las causas, sin las cuales estarían
las mismas detenidas, ellos en algún momento fueron parte y esa situación los
condena también a ser juzgados. No pueden ser héroes ahora por hablar, quien
sabe bajo qué motivos motorizan su repentina declaración.
Caza de brujas o simple progreso
de la justicia, los hechos develan que cosas turbias se tejen detrás de
nuestras miradas y por sobre nuestros intereses. Y es un problema crónico
afecto a nuestra práctica política.
Más allá de las culpas efectivas
que pueden recaer o no – todo depende de la voluntad de ello- sobre un gobierno
que por más de diez años condujo la administración de nuestro país, las
evidencias objetivas demuestran que al menos sus allegados, personas de su círculo
íntimo han obtenido beneficios multimillonarios post toma del poder de un
matrimonio que supo ser convenientemente efectivo en los papeles para
presentarse en lo formal, presidencial. Y es difícil creer que solo ellos (los
“allegados” que hoy son detestados) se beneficiaron.
Se habla de un acuerdo, de un límite
en el descubrimiento. De la frontera judicial. Se habla también -por otra
parte- de una meta, de llegar a las últimas consecuencias, de poner presos y
presas a todos y todas, sobre todo a quien comandaba –en estos últimos años, por
herencia- la sospechada banda. Sea que suceda una u otra cosa, todo dependerá
de la voluntad de los jueces, irremediablemente involucrada con la política (consecuencia
no de esta gestión) y de la decisión de afrontar los costos políticos de una
decisión u otra.
En el medio una ciudadanía que
observa estupefacta, algunos arrepentidos incluso de haber defendido de manera
acérrima la figura ex mandataria, otros esperanzados y quizás convencidos de
que todo es una “opereta” más.
A pesar de las diferentes miradas al respecto, seguramente
todos tristes, porque esta situación no es institucionalmente agradable,
después de tantas causas ¿a quién creer? ¿Cómo retomar la creencia política?
¿Cómo remontar la representatividad? ¿Y la justicia? Después de que pase el
invierno judicial climáticamente enrarecido, quizás las sentencias nos den
nuevos bríos, tal vez las respuestas finales a todas estas situaciones nos
pongan realmente de cara con los debates que nos merecemos y debemos dar, sobre
nuestras prácticas políticas envueltas en vicios, sobre la justicia que tenemos
y la que quisiéramos. Sobre nosotros mismos. Mientras, a transitar y pasar el
proceso así como lo hacemos los ciudadanos comunes, oyendo la que nos cuentan,
teniendo que salir irremediablemente a trabajar. Porque mientras la espera y mientras tantas
causas, la vida sigue.