Lo que dirían los analistas “ni
proteccionismo insensato, ni apertura indiscriminada”.
Se juega la búsqueda del
equilibrio entre la industria nacional y la entrada extranjera. Un tema que
siempre fue un problema para la Argentina. Manifiesto también en la asunción de
distintos gobiernos que viran por uno u otro sin mediar cavilación al respecto.
Argentina demuestra un patrón lamentable
y es que con cada cambio de gobierno, cambia -a veces radicalmente otras no
tanto- el esquema económico. El pensamiento de largo plazo dura una gestión.
Mientras no pretenda la misma cambiar las figuras y seguir en carrera,
gestionar una década con cambios de mando pero no de lógica política.
Así como no era conveniente
“matar al campo” en términos de impuestos, con las retenciones altas, tampoco
lo es cerrar las fronteras, cerrarnos al mundo, aunque “no estamos
acostumbrados” para llevar adelante el control necesario o hacer que las importaciones
paguen costos distintos a fin de cuidar efectivamente lo nacional.
La apertura irrestricta y el poco
cuidado de lo nacional por parte de un Estado que tiene como deber hacerlo es
la crónica de una muerte anunciada. La teoría del derrame no se da en la práctica.
¿Por qué insisten con ello? Ya hemos pasado por experiencias de este tipo. Por
ello se renueva la crítica de una izquierda que en defensa de los puestos de
trabajo renueva la discusión con la supuesta derecha que “representaría” Macri
y su equipo. Ésta que parece plantear en lo económico una nueva edición del
neoliberalismo.
Lo lógico es que si las
industrias nacionales tienen una competencia irrestricta no soporten los costos
que existen a nivel nacional y que se traducen en cargas sumamente tortuosas.
Siguiendo la lógica, lo probable es que deban cerrar sus puertas y ello se
traduce en el desmantelamiento de espacios de trabajo, la desaparición de
puestos de empleo y la crisis indefinida para miles de familias que enfrentan
grandes incertidumbres.
Toda esta crónica es lo contrario
a la teoría del mentado derrame. Seguramente el consumo pueda mejorar además
por supuesto de la industria financiera, pero ellos no sostienen todo el
entramado económico que necesitamos para pensar en crecer. El planteo del
crecimiento debe ser en términos integrales y dejando atrás la noción de espera
del derrame. Hay problemáticas que no tienen tiempo de espera. Existen familias a las que no podemos pedir
que esperen que se dé un proceso de crecimiento máxime sin estar seguros de los
tiempos ni de las formas del mismo.
La experiencia argentina en ese
proceso ha demostrado dejar más crisis que resoluciones. La masa de
trabajadores que pierden sus espacios difícilmente puedan reinsertarse y quedan
excluidos del sistema. La retracción de la industria nacional provoca el descalabro
de la estructura social en estos términos.
Es necesario en este punto de “cambios”
que la mirada sea integral y sobre todo no pierda de vista, demuestre tener,
sensibilidad social. Por estas horas la industria nacional vuelve a ponerse en
el dilema de seguir o no y los términos de cada camino que elija.
Son muchos los desafíos
económicos que se plantean para nuestro país, el de una economía
inteligentemente administrada e integrada es un punto sumamente relevante por
resolver. Quizás sea el momento, nunca
es tarde para aprender de los errores. Pero es necesario que el plantel de
gobierno lo tenga en cuenta. Las decisiones le competen. Tienen en sus manos la
oportunidad del oro en esta instancia,
de generar la relación madura de nuestro país para adentro para con las
provincias así como para afuera, con el resto del mundo. Y finalmente establecer una matriz en términos
de círculo virtuoso entre inversión, empleo y crecimiento.