Se juzga el posicionamiento en cargos públicos de agentes con fuertes vínculos con empresas. Exitosos o no en esos espacios ello no determina mayor capacidad en el ámbito estatal. Son dos espacios diferentes, que funcionan con lógicas distintas. Lo público y lo privado. Todo finalmente dependerá de la orientación política con la cual se tomen las decisiones.
Desde el inicio del nuevo gobierno, junto al nombramiento del
equipo que acompaña a Mauricio Macri empezó a hablarse de esta nueva forma de
gestión política, la ocupación de cargos públicos por personalidades
directamente relacionadas con las empresas. Los CEOs.
La “tensión entre lo público y lo privado” una vez más en
plena manifestación, los hasta ahora representantes de intereses empresarios se
transforman para manejar los hilos de los intereses públicos ciudadanos. Y se
pone en evidencia una polémica que tiene que ver con el juicio valorativo sobre
aquellas personas. Sobre sus capacidades de adaptación de un ámbito a otro: ¿Podrán
dejar de lado su vínculo empresario para vestirse de intereses públicos? ¿Podrán
tomar decisiones en función del bien común sabiendo que afectan el interés
ciudadano?
O más profundamente aun, ¿están más o menos capacitados
quienes hayan ejercido funciones de administración en cargos de autoridad
dentro de una empresa para comandar los intereses sociales? Suele suponerse que
son intereses posicionados en veredas opuestas. De un lado el agente de
negocios, del otro el sujeto social. Lo privado frente a lo público. El
funcionamiento desarrolla lógicas diferentes, sin lugar a dudas. Ahora bien, ¿cómo
congeniar ambas en el espacio estatal?
Se pone en consideración todo este análisis en función de un
nuevo modo de pararse frente a la administración pública. Parece haber en el
planteo un nuevo modo de hacer política.
Se reedita la discusión público – privado en función de estos
nuevos roles. Esta aparición en escena de agentes que con demostrada capacidad management
en sus respectivos puestos de trabajo ahora serán puestos a prueba en el ámbito
estatal que los convoca a través del llamado presidencial.
No obstante, la evaluación sobre el trabajo de los CEO en el
desempeño de sus nuevos cargos será en función de los resultados de la tarea
diaria del gobierno, aunque no deja de ser evidente cierto mensaje político del
nuevo equipo frente al Poder Ejecutivo Nacional respecto a la idea del
funcionario privado superior al político de base y cancha, de carrera
“estatal”.
Es una señal similar a
la que allanó el camino para las privatizaciones de empresas públicas, como si
en las corporaciones privadas no existieran desmanejos financieros, corrupción
e ineficiencias, como quedó probado cuando la alianza de bancos acreedores, grupos
locales y multinacionales se quedaron con empresas estatales en la década del
noventa.
Son modos de demostrar
una concepción económica que parece ser dominante que tiene como premisa el rol
central del mercado y los actores privados en la producción económica. En este
sentido, el sentido común de la sociedad es instruido acerca de que lo público
se asocia con lo ineficiente, lo ocioso, lo inoperante, lo corrupto mientras
enfrente se alza en el altar de la pureza el mercado y la actividad privada,
paraíso de la eficiencia, la transparencia, la honestidad y la productividad.
No obstante, en
definitiva, el origen de un funcionario (CEO o político) no debería
predeterminar su capacidad de gestión, ni tampoco una empresa pública será más
eficiente (social y económicamente) si tiene una administración privada,
estatal o mixta. La cuestión más importante, y fundamental para esa evaluación,
es la orientación política sobre la
gestión pública en función a la elección estratégica de qué proyecto de
desarrollo de país transitar, dependiente de las potencias o con márgenes de
autonomía que promuevan la industrialización e inclusión social. Lo relevante
son las políticas; no las personas, y luego una buena gestión para alcanzar los
objetivos previstos.
Resta clarificar,
desde el núcleo del poder político nacional, no tanto los objetivos, que han
sido oportunamente declarados en los discursos presidenciales, sino las formas
de llevar adelante la realización de los mismos. Y estas cuestiones son las que
habrá que mejorar en términos de comunicación política.
Hemos confiado en un
nuevo color político de gobierno la administración general de nuestros
intereses, en ellos se deposita la esperanza de miles de argentinos que esperan
mejores estándares de vida, para sí mismos y sus descendientes. La evaluación
final tendrá seguramente un capítulo especial para la labor de los CEOs dentro
del Estado, pero quien llevará la mayor responsabilidad de todo lo hecho será el
Presidente de la República, él mismo CEO devenido en político hace tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario