No es novedad que los gremios
tienen poder, pueden torcer voluntades y hasta poner en jaque la deseada aunque
a veces ingenuamente desprotegida “gobernabilidad”. Algunos gremios
decididamente pueden parar el país y con ello poner en escena pública la
demanda social tras la cual se embanderan. Los gobiernos no pueden subestimar
el poder de los trabajadores, ni de los sindicalizados, ni de los no sindicalizados.
No debería minimizarlo.
Por supuesto, el enunciado
proveniente desde el gobierno nacional que expone que esta marcha se da en
función de ”no ser este un gobierno justicialista” puede tener asidero. El PJ
no sabe ser oposición, tiene que tener el poder, si no lo tiene formalmente,
demostrarlo. Y no es lo mismo el sindicalismo cuando tiene enfrente un gobierno
nacional del PJ que cuando no. No olvidemos de dónde y cómo surgen los
sindicatos históricamente en nuestro país.
Cambiemos da oportunidad también
para que los trabajadores se unan, las centrales –otrora “divididas y reinadas”-
hoy tienen espacio para convocar a la unidad en función de las medidas
económicas polémicas que desde la nueva gestión de gobierno se han tomado.
Todo parece indicar que el”
bolsillo debe aguantar”, ya no se trata de culpas, no pensemos en ellas, si la
responsabilidad de esta situación le cabe al gobierno anterior o no hoy eso no
resuelve nada, y lo perentorio es resolver.
Tiene asidero también el
enunciado que lanza el gobierno respecto a tener perspectiva en coincidencia
con la de los sindicalistas, en coincidir con el reclamo de base, aunque el
gobierno dice pensar en largo plazo, mientras los trabajadores necesitan
respuestas inmediatas. Y allí desentonan. Es viable el discurso y las acciones
con las cuales pretenden bajar la inflación, estabilizar, armar buena base para
crecer desde ahí. Pero lamentablemente ello no se traduce en la inmediatez de
la necesidad. No se manifiesta de manera directa en llegar a fin de mes
cubiertos. Y todo atenta contra la gobernabilidad, que debería estar pasando
por una luna de miel más sosegada.
Es verdad que no se puede
justificar todo desde la pesada herencia o recriminar todo a este nuevo
gobierno que solo lleva 4 meses de gestión, pero quien ganó las elecciones
legitimado por el apoyo del pueblo hoy debe responder a las promesas realizadas
si pretende seguir recibiendo aquel sustento.
Esta es una pulseada política.
Una marcha para la demostración de poder. Fue masiva y los sindicatos –si bien
no demostraron holgada unidad de concepción - se mostraron juntos y con
concurrencia amplia.
Se espera el veto, veremos qué
sucede con el mismo, haga lo que haga Macri debe enfrentar los costos políticos que le harán pagar
aquellas esperanzas desestimadas por sus políticas y polémicas decisiones.
Retroceder no debería “ponerlo de pie” al Presidente. Retroceder (no
vetar) es también replegar fuerzas para retomar empuje. Si diputados finalmente
concreta la ley anti despidos Macri debería llamar a un acuerdo más amplio. El
equipo de gobierno debe analizar internamente cómo salir de este brete.
No es un gobierno que ignora la
cuestión social, aunque así lo parezca. Quiero creer que Macri ve la necesidad
de tomar medidas en post de lo social, solo que lo ve a destiempo, a contramano
de cómo viene la demanda. Y donde hay reclamo, donde hay necesidad, tiene que
haber respuesta. Las cuestiones sociales urgentes no pueden esperar.
Cristina primero, hoy el sindicalismo,
marcaron la cancha en un abril febril y convulsionado. Judicial, social,
política y económicamente. Parece dar paso a meses que prometen seguir en
consonancia con éste.
A Mauricio Macri le resta algo de
margen de acción sin que este conflicto sea la marca de un camino sin retorno.
Puede pensarse en modificación de la ley antidespidos, en un acuerdo distinto
arribado tras una nueva discusión, más amplia, más participativa. Por más que
lleve tiempo, también para ganar tiempo. El planteo debería ser integral. Tarea
para el gobierno de Macri. La salida es política, como la pulseada.
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