Lo interesante de esta etapa es
que seguimos hablando de política. De entramados políticos y judiciales. De
instancias que descubrimos en función de los medios de comunicación, en donde
también se visualiza el poder.
Para bien o para mal seguimos
hablando de la gestión K, pero también de la gestión M.
Es difícil sopesar cuanto influye
hoy en la figura de la ex mandataria las causas que arrastra y pesan sobre su
gestión. El escenario montado invita a no perder de vista lo que se hizo mal o
al menos parece haber sido –por ciertas evidencias y el avance de la justicia-
malversado en la década precedente. “Van por ella” que reiteran algunos
analistas hoy y recuerda al “Vamos por todo” en la lectura de los labios de la
propia ex presidenta. Y en el medio de estas definiciones hubo luchas que no
podemos olvidar, hubo avances sociales que no es válido abandonar. Las
conquistas sociales son de un pueblo y nadie tiene derecho a arrogarse ser “el
pueblo” dejando de lado a una parte del conjunto.
No obstante, tampoco parece que no se mantengan atentas
las miradas sobre la presente gestión de bandera política distinta. Los pasos del nuevo mandato se siguen mucho más
que lo que los medios de comunicación muestran. Macri no terminó de conformar
sobre todo a aquel 49% que no logró conquistar en las urnas. Y sostiene con el
asombro de los descubrimientos de la década pasada su propio apoyo.
Por supuesto, es un gobierno que
se consolida sobre las ruinas del anterior y ello no es tanto mérito propio
como falta de estabilidad y organización en una oposición que no logra
despegarse de la gestión Kirchner y de la derrota inesperada de 2015. Cambiar
de piel.
Son muchos los desafíos que Macri
deberá enfrentar en los próximos meses, el ámbito económico siempre es un punto
importante, determinante al momento de hablar de gobernabilidad. Las provincias
reclaman medidas concretas y contundentes. El conurbano bonaerense es el
principal factor a tener en cuenta, por los retos que representa.
Los sindicatos y su nueva
determinación de unidad en post de la lucha obrera aunada son los nuevos
motores de la verdadera oposición, mientras en el Congreso se debaten las
cámaras en un nuevo planteo de actividad política. Los bloques parecen ser
armados de manera estratégica y las votaciones se dan ante cada tema en
tratamiento de manera distinta. La tendencia va demostrando ser la formación de
bloques especiales y mayorías negociadas.
Lo interesante de la política
argentina es que volvemos a ver negociaciones políticas por doquier. Siempre
las hubo, ahora con la pugna por el poder desde varios sectores se pone más en
manifiesto y evidente.
Mucho más no debería extenderse
el “periodo de gracia” brindado al gobierno nacional desde el plano judicial,
las causas que ayudan a la gobernabilidad tienen un techo. 2017 será un año
electoral que nos convocará a hablar sobre mayores entramados en post de las
nuevas alianzas electorales. Ya están en campaña, todos. La ciudadanía tendrá
la oportunidad una vez más de demostrar que ellos solo trabajan para todos
nosotros y quien tiene verdadero poder en las urnas es quien decide final y
realmente el rumbo de nuestro país.
Mientras puede avanzar la
justicia como corresponde y como vemos la defensa de la ex mandataria va en tono
político al decir que se trata de una persecución por “haber pertenecido” a su
gestión, inevitablemente la grieta sigue demostrando presencia ya que muchos
prefieren seguir ver todo en perspectiva política y apoyar a su jefa. Con todo
podemos avizorar que lejos de tener un gobierno tranquilo, Macri tendrá aún más
desafíos por delante.
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