La comunicación
política es la herramienta más importante de toda gestión. La utilización
inteligente de la misma puede evitar costos políticos innecesarios.
Mucho hemos hablado de los
“inconvenientes” presentados en esta gestión de gobierno en términos de
comunicación. Un gobierno que intenta reflejar diferencias respecto del
anterior, en comunicación es un aspecto.
Desde el principio el planteo fue
el de dejar “las cadenas” que fueron ícono del gobierno de Cristina Fernández,
sobre todo en el último tramo de su gestión. Y generar el acercamiento con los
periodistas como contrapartida al estilo de la ex mandataria. “Nos hemos
reconciliado con el periodismo” era la frase del mismo Mauricio Macri en su primera
conferencia de prensa.
Se evidencia, además, que esta
gestión -a veces quizás perdida en el afán de la diferenciación- comete ciertos errores de comunicación que le
son costosas. El costo político siempre refiere a que la ciudadanía rechaza la
mala comunicación, la rechaza quitando un poco del crédito dado a la gestión. Y
en tiempos en que la comunicación lo es todo, es necesario plantearse
seriamente en qué se falla. No saber comunicar (el qué y cómo) puede generar
costos innecesarios.
Los medios son el puente, el
discurso es el que tiene que estar bien armado, bien organizado a fin de
trascender al mismo medio. Hacer que impacte en la sociedad teniendo en cuenta
los efectos deseados.
La gestión k supo tener de
especial oradora a la ex Presidenta y depositó en ella buena parte de la
decisión sobre qué y cómo desarrollar este aspecto comunicativo. Fue también lo
que de algún modo llegó a “hastiar” a la ciudadanía, sobre todo por las largas
horas de discurso y lo reiterado del uso de la herramienta constitucional.
Macri intenta ahora reformular su
estilo. Por sobre las críticas a las pautadas entrevistas, la conformidad que
da ver que el Presidente vuelve a hablar con los medios y acepta preguntas por
parte de los periodistas es suficiente después de años de no darse esta
situación. “Lo bueno es que habla con los medios” es lo que subyace a todo lo que vamos viendo.
Este aspecto del “cambio” satisface a algunos
mientras a otros los deja disconformes, por supuesto. Es que hablar con los
medios no es lo mismo que hablar a los medios. Y en ese feedback que debería
generarse deberían estar las respuestas de quienes nos gobiernan sobre los
reclamos que elevamos como ciudadanía. El momento es sumamente importante por
esto.
Efectivamente, no todo es el
discurso, la gobernabilidad depende de muchos factores, y por mas discurso que
exista -llámese discurso, relato o nueva mirada de la realidad política de
nuestro país- las medidas económicas
tienen sus propios efectos. Sean estos deseados o no. Por tanto importa el
discurso, claramente, pero además las medidas económicas acordes con lo que el
discurso expresa. Y si están en correlación directa: discurso – practica es la
situación ideal.
En nuestro país se da que Macri
demuestra su intento por perfeccionar su estilo de comunicación al tiempo que
Cristina Fernández modifica en algunos aspectos su propio estilo.
Cristina Fernández vuelve a
hablar con los medios. Recibe medios internacionales. Habla en los locales.
Para quienes le son “fieles”, por supuesto, pero ha hablado. También ha pautado
sus entrevistas, como es común que así sea. Tiene un discurso sereno, pero
plantea batalla. Resalta condiciones de su propio gobierno, aquellas que le son
beneficiosas, mientras en comparación con la nueva gestión critica las medidas
económicas que han tenido impactos negativos en la sociedad.
Claramente, sin decirlo, busca
volver al llano. Más allá de la defensa mediática que de algún modo era
necesario que encarara, además cuenta su propia disponibilidad para volver a
medirse en términos de su propio futuro político.
En muchas oportunidades se ha
hecho referencia a la retórica utilizada por la ex mandataria emulando o
intentado imitar la de Eva Duarte. Es un carácter que tuvo efectos favorables
en otros tiempos y que ella podía rescatar imprimiendo su propio sello.
Macri, por su parte, debe
enfrentar y definir su propio estilo. Se muestra tranquilo, parsimonioso, y
cordial en sus momentos de entrevistas. Debe mostrar calma y seguridad, más
esperanza en su gestión. Es lo que debe transmitir, en lo dicho y en lo
gestual.
Ambos representan claramente dos
estilos diferentes respecto a los estilos de la comunicación política que
desarrollan. Ni bueno ni malo uno u otro, solo diferentes. Lo bueno o malo en
todo caso será juzgado por algo que excede este análisis y tiene que ver con la llegada efectiva a los
ciudadanos. Y el reflejo de esto se da de manera manifiesta -tarde o temprano-
en las urnas.
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