En términos políticos no existe,
en el plano religioso no compete a este análisis hacer semejante declaración.
En el ámbito espiritual, donde existe la fe, es -de hecho- el último lugar en
el que nos queda refugiarnos para no perder la esperanza como pueblo.
En política existe la tendencia
cultural en nuestro país a esperar “al salvador”, al que con magia resuelva
nuestras circunstancias y nos lleve a explotar la grandeza de nuestras
capacidades. No podemos dar cuenta que vivimos en el plano humano, en donde los
errores son la normalidad y sea quien sea quien asuma la responsabilidad mayor
del Estado necesariamente está atado a la condición humana.
No es ni más ni menos. Es humano.
Y por supuesto debe resolver lo mejor posible las demandas de una ciudadanía que
lo eligió y le dio legitimidad de poder en las urnas para decidir el futuro de
todos nosotros.
La situación en nuestro país
tiene la particularidad de necesitar a aquel salvador mesiánico, un “ungido”
por la divinidad que no admite errores. Y debe tener todas las respuestas.
Es así que cuando pasan las
gestiones y podemos advertir que no fueron buenas administraciones, sino por el
contrario que estuvieron plagadas de irregularidades, es difícil entender por
qué no lo vimos antes. O peor aún, rescatar lo ideal del discurso desplegado
que tenía las mejores intenciones, se vuelve una tarea descomunal.
El intento de defensa de una
gestión no es otra cosa que el temor de perder las conquistas logradas. Los
avances en políticas públicas conseguidos. Por debajo de la defensa de una
gestión está el intento de sostenimiento de una buena política implementada.
¿Qué pasa si la justicia de los hombres avanza sobre la cúpula de un movimiento
que desplegó esas conquistas? No debería pasar nada. Debemos tener la
suficiente capacidad de ver la diferencia entre los vicios humanos y lo que es
beneficioso para el crecimiento de nuestra sociedad.
De todas formas, lo que está en
juego es la credibilidad de un movimiento con ideas en que se creen fielmente. Está
en juego la credibilidad de un sistema populista y la mancha no solo en la
política en general sino la mancha en las mismas ideas. O al menos en el
discurso que sostiene esas ideas. Y en este caso ¿Qué nos queda por creer?
El FpV parece querer demostrar
por todos los medios que en el fondo todo se trata de política. Intentan
desprenderse de situaciones que los empujan a dar explicaciones. Relativizar
cuestiones de escandalosos manejos sucedidos durante sus gestiones frente al
gobierno nacional. Buscan resaltar lo conseguido estableciendo como
contrapartida la situación compleja económica que vivimos en estas horas.
Apuestan a medir a la ex Presidenta a fin de que con la confianza puesta en ella
poder remontar la instancia de devastación en la que se hallan.
El Peronismo en general busca la
nueva figura que rescate al partido. Un nuevo Mesías que resuelva y aglutine.
Vuelva a ordenar a la tropa. Cristina no, pareciera ser el concepto.
El Frente Renovador pivotea sin
abandonar el poder propio conseguido y sostenido sobre todo en el Congreso. Trabajando
también como todos, para 2017.
Y Cambiemos a la espera de la
llegada de inversiones se sostiene en el plan que lo beneficia, intenta
consolidar el discurso y la comunicación del gobierno. Mantiene la esperanza
del cambio. Soporta los embates de los ámbitos conflictivos que presentan
batalla y suelen dar paso y contrapaso de acuerdo al calor del clima social.
Que es el que direcciona la política. En el fondo, lo esperable. En este tiempo
sigue siendo favorecido por la comparación con la gestión k.
Cada cuadro sosteniendo lo que
cree. Buscando la aprobación política necesaria para el sostenimiento del poder
político que los mantiene en vigencia.
El pensamiento mesiánico hace que
los ciudadanos esperemos más de quienes nos gobiernan. Y comentan la menor
cantidad de errores posible. Lo ideal es que no cometan errores, se trata de
nuestro presente y futuro, de nuestro patrimonio.
Quizás es hora de plantearnos la
inexistencia de las soluciones mágicas. La inexistencia del “salvador”
político. No se trata de expiar culpas, responsables deben pagar lo que
corresponda, la justicia debe actuar para ello. Pero quitar el velo de la
búsqueda de ”el Mesías político” puede ayudarnos a hacer un avance político
determinante. Una evolución en el pensamiento y en la práctica. Es hora.
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