jueves, 18 de agosto de 2016

“El Populismo”, mal visto


Todas las teorías representan un ideal, el éxito de la “bajada” a la práctica está ligado a infinidad de factores coadyuvantes. El problema termina siendo más profundo que el modelo implementado.
El contexto y la idiosincrasia del lugar, marcan el estilo del  populismo, lo caracteriza. Aunque no hay una forma univoca de definirlo sino más bien siempre polémica entorno su consideración.
¿Qué es? Un sistema político que sin distinción de la vieja y conocida noción de izquierdas y derechas cumple con la tendencia a propugnar la defensa de todos los intereses del pueblo. No hace distinción ideológica sino más bien se trata de procedimientos, toma de medidas concretas. Algunos plantean que no llega a ser un sistema, que resulta sólo una “tendencia política”.
El concepto en si tiene un uso en términos peyorativos que no le corresponde. Se ha llegado a hablar del populismo como “el mal de los Estados contemporáneos de nuestra América Latina”. Y para algunos no constituye un sistema político en términos académicos, aunque puede verse de esta forma en  tanto va presentando un conjunto de normas que guardan relación entre si. Se entiende que todo intervencionismo estatal, toda implementación de medidas antielitistas, de igualdad de oportunidades, movilidad social ascendente, todo surgimiento de líderes políticos carismáticos etc. son elementos de este tipo de sistemas.
Los detractores son aquellos que ven en todo lo “popular” sinónimo de atraso en términos de evolución social. Lo que señalan como despectivo es la tendencia a masificación, la detentación del poder de un líder que se convierte en “el líder de culto” al cual se rinde pleitesía. Se entiende que se genera un circulo vicioso donde todo queda en manos –sobre todo y porque se da en sistemas presidencialistas- de una persona, el Poder Ejecutivo que termina haciendo demagogia, aquella distorsión de la democracia que denunciara Aristóteles. Y el pueblo por costumbre, por convicción, por necesidad sigue dando el apoyo electoral en las oportunidades que se presentan.
Todos los sistemas políticos generan costumbre y sobre esta se despliegan con holgura ya que se reproducen sin inconvenientes. Cada tanto puede entrar en crisis, por alguna circunstancia que le interrumpa el habitual desenvolvimiento, no obstante generalmente puede  recomponerse, “tapar el bache”, readaptarse y continuar.
Lo que sin dudas genera es una amplia base de sustentación, producto de la defensa que se hace desde los más débiles que siempre son mayoría dentro de la pirámide social, quienes por conveniencia económica y beneficios personales sostienen a quienes amparan continuar con el modelo. Es bueno intentar entender la perspectiva de quien de no tener expectativas de repente las logra, y tiene potencialidades de ascenso social, a través de la educación o mejora en la calidad de vida para sí y su familia.
El sistema se vuelve perverso en otros términos, cuando los líderes se adueñan de los resortes del poder y acumulan los mismos en sus manos, cuando se “ceban”  y obnubilan producto del poder que abarcan y detentan y desvirtúan la consideración teórica positiva del populismo.
Su propia base de sustentación puede revisar las condiciones y hasta intentar cambiar lo negativo, quizás cambiar al líder sin modificar la esencia del sistema que es la defensa de los intereses del pueblo de todos los modos posibles.  
Lo rico de los análisis generales es entender que las teorías pueden sufrir modificaciones en la práctica. Que no es perfecta, aunque perfectible. Que no necesariamente populismo debe ser asimilado a lo negativo que puede generar tal tendencia. Que sea cual fuere el sistema que implementemos está relacionado con la idiosincrasia que tenemos. Centrarnos en la crítica al régimen populista en sí es correr el eje de la verdadera discusión que deberíamos darnos.
El problema real consiste en la distorsión que hacemos en la práctica de los modelos que podrían resultarnos beneficiosos en caso de no introducir en su implementación vicios: corrupción, malversación, clientelismo, demagogia. O la utilización para beneficios personales de quienes detentan el poder, lejos del planteo del bien para el pueblo.

Mejor sería poder establecer pautas de convivencia consensuadas tras debates sociales profundos y continuos. Mientras no lo hagamos, todos los sistemas que implementemos pueden caer en los vicios propios de una sociedad que no define sus nortes.  En estas consideraciones se entiende que la cuestión es mucho más profunda y reclama debate reflexivo al respecto. 

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