martes, 16 de agosto de 2016

Estados Unidos, no sólo una carrera por la Presidencia.




Los hitos históricos representan un antes y un después en el transcurrir de los tiempos. Esta campaña y la victoria de cualquiera de los dos candidatos a Presidir el país del norte, significarán seguramente un verdadero antes y después, no sólo para los Estados Unidos.
Como lo fuera el caso de la primera elección lograda por Obama, sobre esta campaña y próximas elecciones -previstas para noviembre de 2016- se tejen un sin fin de especulaciones respecto a cada candidato y las medidas políticas / económicas que podría llevar adelante.
Las fortalezas y debilidades de los candidatos son muchas, entre las más relevantes se critica el accionar de la ex Secretaria de Estado respecto a las tropas en Irak, en 2003 votó a favor de la invasión a ese país. Es una, entre otras cuestiones en las que se ha visto involucrada que han restado credibilidad. No obstante, es de resaltar que por primera vez logra una candidatura presidencial una mujer en ese país. Mérito propio seguro, es una mujer de reconocida trayectoria dentro del ámbito político, pero también resulta del apoyo de otras mujeres que manifiestan en ella identidad y por supuesto la cuestión de género se resignifica allí donde en este aspecto están mucho más atrasados que en nuestro caso, dichos de la misma actual primera  dama, Michelle Obama en su visita a la argentina.
Donald Trump tiene lo suyo, es visto como el empresario que incursiona en política, plantea una serie de polémicas medidas como lo es “el muro” que dijo edificar en las fronteras de EEUU. La radicalización de medidas “proteccionistas”, del cierre de fronteras, la repatriación de los indocumentados, la exacerbación del racismo. Son todos detalles preocupantes para las comunidades que habitan suelo norteamericano, pero también para los países del mundo que sospechan que el relacionamiento con EEUU con un gobierno de Trump podría ser potencialmente más duro, conflictivo.
De alguna manera  el análisis comparativo con nuestro país recuerda lo que denomináramos en 2015 “la campaña del miedo” en alusión a las operaciones de uno y otro equipo para desestimar el accionar del contrario. Es así como se desenvuelve la campaña política de ambos. El miedo viene siendo un recurso de poder en política, no solo en nuestro país. Pareciera que no se trata sólo de adversarios políticos sino más que eso. Por momentos, enemigos íntimos. La necesidad de diferenciarse radicaliza los modos.
Se suponía que tras la designación formal de candidatos, en las respectivas convenciones de Demócratas y Republicanos, ambos “moderarían” sus discursos, a fin de convocar a sectores indecisos, aquellos que hasta último momento sostienen dudas sobre su voto y que pueden a generar la inclinación necesaria para una victoria, no obstante no parece ser el caso. Se trata de dos figuras muy fuertes, cada una con imagen definida  dentro del espectro social, político. Y más aún, cada una dispuesta a liderar la batalla en la carrera por el sillón presidencial.
En los últimos días las encuestas -que al principio se mostraban cautelosas en dar ventajas descollantes para uno u otro candidato, siempre sosteniendo mejor posicionamiento para Clinton, solo ocasionalmente mejor posicionado  Trump- hablan de la caída de Donald Trump en su performance.
Se sostiene, desde la presente perspectiva, que probablemente sea Clinton la que se quede con la victoria. Existen datos culturales que pueden pesar efectivamente en la decisión final.
Por supuesto, no podemos sino sólo especular y esperar ver la efectiva realidad en el desarrollo del poder que desplieguen en el ejercicio del cargo. Se sospecha que Clinton tendría una mejor relación con países latinoamericanos, no así Trump. Pero es solo una aproximación a la que arribamos por sus dichos y discursos en esta campaña, sólo la práctica nos dará manifestaciones reales de los cambios que traerán para EEUU y para el mundo la gestión del que logre la victoria en noviembre.  
Lo alarmante de alguna forma es lo que expresa Trump respecto a la exaltación de un nacionalismo radicalizado, vertiendo culpas claras a una comunidad de inmigrantes y personas de color que tienen un considerable peso en la sociedad norteamericana. Sin embargo encuentra asidero en aquellos seguidores que lo eligen por sobre Clinton. Y esto es lo que resulta corriendo el velo que esconde las problemáticas de los EEUU en conjunción con una lucha que lleva desde la aparición de la noción del “choque de civilizaciones” que lo ha llevado a desplegar fuerzas militares en varios territorios e intentar defender el propio de las amenazas y ataques terroristas.
No vivimos un mundo seguro, EEUU tiene responsabilidad en ello,  a pesar de que ninguno de los candidatos actuales a presidir el país lo reconozca. De todas formas, deberán enfrentarlo tras el logro de la victoria. Y en ello están los ojos del mundo atentos.




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