A propósito de la situación
actual del gobierno nacional a nueve meses de su gestión, viniendo
oportunamente a tiempo con las definiciones acerca de la relación de éste con
uno de los actores socio políticos de nuestro país como son los sindicatos, se
analiza la medida del cambio.
Fue uno de los motores de la
campaña y dieron nombre a la alianza que los llevara al poder en 2015
“Cambiemos”. Supieron leer el contexto y la necesidad del momento con el lema
propuesto. Lograron la victoria que ahora les reclama visualizar los cambios
que están dispuestos realmente a generar en una sociedad que plantea varias
aristas complejas.
Y es que los cambios culturales
que necesitamos son más difíciles que sólo el planteo en el discurso. Se trata
de cuestiones más profundas y enredadas, así como enraizadas.
Cambiar solo formas y no fondos
es solo maquillar el cambio. Cumplir con lo superficial del cambio, no lo
sustancial.
El agotamiento del modelo en las
formas un tanto prepotentes o dominantes en demasía -algo que significó que
muchos analistas hablaran de autoritarismo por parte de la ex mandataria-
sumado a la mala lectura del contexto que hicieron y las decisiones sobre los
candidatos, más las estrategias de campaña todo lo que les dio el resultado que
obtuvieron, la derrota por supuesto. Esta derrota que se llevó puestos a varios
candidatos y al peronismo que aun hoy busca recomponerse tras el shock y pensar
en el futuro.
Mauricio Macri se plantea desde
el inicio de su gestión mostrar permanentemente el cambio de formas, su
acercamiento y dialogo con gobernadores y periodistas es muestra de ello. Pero
hoy el análisis pasa por ¿Cuál es el cambio real y el que la ciudadanía pidió? Votamos
“Cambiemos” pero nunca definimos qué ni cómo.
Los argentinos votamos por
cambiar las formas, los modos de conducción política intolerantes, confrontativos
que arengaba a una grieta social que nos dividió, los modos algo autoritarios
de los discursos y acciones del kirchnerismo. Esto, sin lugar a dudas, pero en
términos de perspectiva económica nadie estaría dispuesto a volver a los 90. La
memoria reconoce que fueron años de aparente buena ventura económica que
terminó siendo superfluo, una burbuja. Desembocando finalmente en la crisis tan
profunda de 2001. Dando claras muestras de aquella superficialidad en la que
vivimos.
El gobierno se debate en si mismo
qué cosas y como cambiar. Es bueno reconocer que esta gestión solo puede
iniciar (o intentar hacerlo) rompiendo una punta del iceberg. Las
transformaciones sociales no son automáticas más alla de que si inician desde
una situación que advertimos como critica de nuestras circunstancias.
Como primer paso la verdadera
voluntad política para iniciarlo. El cómo es otra de las cuestiones a abordar,
seguramente tiene que ser en dialogo multisectorial y participativo para
generar los acuerdos necesarios. Consensos.
La decisión hoy está en manos de
Cambiemos, que por momentos parece demostrar vocación de dialogo y perspectiva
de ampliar el margen de responsabilidades sobre los hechos conflictivos que
debemos resolver como sociedad. Habrá que ver hasta donde realmente se abre el
dialogo y si podemos realmente construir consensos. Y si esto de “Responsabilidades
Compartidas” esbozado por el Presidente en sus discursos no es solo una
estratagema política para no llevarse todas las culpas en caso de que “salga
mal”.
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