domingo, 2 de octubre de 2016

La medida del cambio


A propósito de la situación actual del gobierno nacional a nueve meses de su gestión, viniendo oportunamente a tiempo con las definiciones acerca de la relación de éste con uno de los actores socio políticos de nuestro país como son los sindicatos, se analiza la medida del cambio.
Fue uno de los motores de la campaña y dieron nombre a la alianza que los llevara al poder en 2015 “Cambiemos”. Supieron leer el contexto y la necesidad del momento con el lema propuesto. Lograron la victoria que ahora les reclama visualizar los cambios que están dispuestos realmente a generar en una sociedad que plantea varias aristas complejas.
Y es que los cambios culturales que necesitamos son más difíciles que sólo el planteo en el discurso. Se trata de cuestiones más profundas y enredadas, así como enraizadas.
Cambiar solo formas y no fondos es solo maquillar el cambio. Cumplir con lo superficial del cambio, no lo sustancial.
El agotamiento del modelo en las formas un tanto prepotentes o dominantes en demasía -algo que significó que muchos analistas hablaran de autoritarismo por parte de la ex mandataria- sumado a la mala lectura del contexto que hicieron y las decisiones sobre los candidatos, más las estrategias de campaña todo lo que les dio el resultado que obtuvieron, la derrota por supuesto. Esta derrota que se llevó puestos a varios candidatos y al peronismo que aun hoy busca recomponerse tras el shock y pensar en el futuro.
Mauricio Macri se plantea desde el inicio de su gestión mostrar permanentemente el cambio de formas, su acercamiento y dialogo con gobernadores y periodistas es muestra de ello. Pero hoy el análisis pasa por ¿Cuál es el cambio real y el que la ciudadanía pidió? Votamos “Cambiemos” pero nunca definimos qué ni cómo.
Los argentinos votamos por cambiar las formas, los modos de conducción política intolerantes, confrontativos que arengaba a una grieta social que nos dividió, los modos algo autoritarios de los discursos y acciones del kirchnerismo. Esto, sin lugar a dudas, pero en términos de perspectiva económica nadie estaría dispuesto a volver a los 90. La memoria reconoce que fueron años de aparente buena ventura económica que terminó siendo superfluo, una burbuja. Desembocando finalmente en la crisis tan profunda de 2001. Dando claras muestras de aquella superficialidad en la que vivimos.
El gobierno se debate en si mismo qué cosas y como cambiar. Es bueno reconocer que esta gestión solo puede iniciar (o intentar hacerlo) rompiendo una punta del iceberg. Las transformaciones sociales no son automáticas más alla de que si inician desde una situación que advertimos como critica de nuestras circunstancias.
Como primer paso la verdadera voluntad política para iniciarlo. El cómo es otra de las cuestiones a abordar, seguramente tiene que ser en dialogo multisectorial y participativo para generar los acuerdos necesarios. Consensos.
La decisión hoy está en manos de Cambiemos, que por momentos parece demostrar vocación de dialogo y perspectiva de ampliar el margen de responsabilidades sobre los hechos conflictivos que debemos resolver como sociedad. Habrá que ver hasta donde realmente se abre el dialogo y si podemos realmente construir consensos. Y si esto de “Responsabilidades Compartidas” esbozado por el Presidente en sus discursos no es solo una estratagema política para no llevarse todas las culpas en caso de que “salga mal”.


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