A esta altura es fácil reconocer
que la interconexión es explicita, lo económico influye en lo político y en lo
social, lo político se mueve al calor de lo económico y social y lo social
provee de clima a lo político desde lo económico. Los tres factores se
condicionan de manera inevitable.
En nuestro país de forma
exacerbada se reproduce este proceso, dejando en manos de los resultados
efectivos económicos la suerte de los gobiernos. Todo depende de cómo pilotee
el equipo al país en momentos turbulentos. Las declaraciones y acciones del
mismo generan la confianza o la quita del apoyo necesario para avanzar.
En esta instancia el problema es
político porque hubo un cambio de gestión que implicó (e implica) un nuevo modo
comunicacional pero más profundo aun, una nueva mirada política. Es una gestión
que busca a su modo encauzar internamente a nuestro país de manera distinta a
la anterior y pararlo respecto al mundo también de modo diferente.
En el plano interno, las
conquistas sociales son difíciles de erradicar, para ello no hay discurso que
valga, ni hechos de corrupción que legitimen la eliminación de -por ejemplo-
asistencia social del Estado a un país que lo necesita. La necesidad es clave
en la operación, no se puede simplemente eliminar la asistencia social a
sectores vulnerables sin darles otras herramientas validas de contención.
Seguramente en los planes de
Macri está la noción del Estado más ligero, “liberal” y como contrapartida se
encontró con un Estado engrosado hasta el rebasamiento de sus propias
capacidades económicas para sostenerse. Y el problema político aparece una y
otra vez dado que la idea (a la que podemos arribar en función de más
especulaciones y análisis de los movimientos dados en términos económicos,
porque hasta el día de la fecha no han presentado un plan económico formal) de
“achicar el Estado” no se traduce de manera directa a la forma correcta, sin
conflictos de hacerlo.
Ejemplo claro de esto es lo
sucedido con las tarifas de gas, para las cuales el gobierno nacional intentó
saltar el paso constitucionalmente previsto para su tratamiento, avanzó en los
aumentos y sufrió el revés judicial que retrocedió los mismos generando
prácticamente caos e incertidumbre respecto a lo que el consumidor debía
abonar. El gobierno se escudó detrás de los tiempos apremiantes, pero no dio
cuenta de que no se puede simplemente tocar el bolsillo ciudadano. Hoy más que
nunca las alertas están puestas sobre una nueva gestión tras los hechos
conocidos de su antecesora.
Y poder que no se ocupa o no se
ejerce termina siendo arrebatado por quien pueda -con capacidad
técnica/operativa- usufructuarlo. La mirada política es la única que puede
resolver la situación, los cambios deben ser graduales, no inmediatos.
Difícilmente consiga sostener la aprobación una gestión que no lo entienda.
Detrás de los números de las distintas mediciones económicas hay vidas, algo
que el equipo de los CEOs devenidos en funcionarios no pueden perder de vista.
Y Macri debe poder convertirse en el líder que se espera que sea como
Presidente de esta siempre conflictiva nación.
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