Embates internos, una Elisa
Carrió inmanejable, para su propio gobierno, y externos, los gremios orquestando
unidad y organizaciones sociales en pie de lucha, acompañados por el Papa que
advierte situaciones complejas en nuestro país. Todo un caldo de cultivo
especial para presentarnos un panorama de alerta sobre todo a los movimientos
de la gestión de Mauricio Macri.
La caída de indicadores
económicos como contracara de la esperanza vulnerada de la “lluvia de
inversiones”, la masiva marcha por “Tierra, Techo y Trabajo” oportunamente en
el día del festejo religioso, son las instancias que se presentan ante un
gobierno nacional que debe plantear muy bien sus próximos pasos.
Han demostrado tener cintura
política para gestionar acuerdos y es verdad que nunca es suficiente, que
siempre queda mucho por hacer en un país que de manera crónica y cíclica
reitera crisis económicas, políticas y sociales. Ahora difícilmente puedan
pensar en estas circunstancias en la victoria en 2017, más cercano esta
diciembre que suele presentarse conflictivo sobre todo en los últimos años,
sobre todo después de la crisis de 2001 que terminó con un gobierno elegido
democráticamente.
Referencias a golpes institucionales
existen, sobre todo desde los únicos que mediáticamente saben presentarse como
oposición, (además de buena parte de la izquierda de nuestro país, con aparente
plan de lucha propio) el ala política
kirchnerismo. Para algunos “en retirada”, para otros buscando ese espacio vacío
que no ocupa ni el gobierno ni todo el otro arco opositor disgregado.
Se habla de “organización
ciudadana”, de “ganar las calles” de “bastones largos” en términos de la
generación de la conflictividad social necesaria para inquietar a un gobierno
que -a esta altura- comparte responsabilidades en tanto acción/gestión sobre
nuestro devenir presente y próximo.
Además de la lectura de
encuestas, a lo que los analistas del estado de situación socio-político
prestan atención es a las manifestaciones como la de este fin de semana, donde
puede verse de manera palpable que si bien existe una sociedad que no está en
desconformidad con el gobierno, si lo está las medidas. Discierne lo que puede
entender de las respuestas en referencia a lo administrado en la anterior
gestión, de lo que puede –en función de su propia capacidad económica-
solventar. Diferencia las culpas y responsabilidades pero además solicita se
reviertan ciertas situaciones de ajuste a un bolsillo que soporta las cargas.
El cambio debió ser gradual,
porque las costumbres son siempre fuertemente arraigadas y los cambios en ese
sentido deben ser graduales. El aumento además debió respetar un proceso:
audiencia pública, explicaciones de costos, acuerdos y consensos integrados. Quizás
con los pasos dados la aceptación hubiese sido diferente.
La justicia por su parte no falló
a favor del oficialismo, sino en defensa de un proceso formal legal y en esos
términos se pide reviertan la postura quienes tomaron las medidas. Solo el
gobierno deberá pagar los costos políticos de sus propios errores. Pero aún
está a tiempo de oír y revertir.
Se entiende son catástrofes
heredadas, pero la responsabilidad hoy le compete al equipo de Cambiemos. Para
atrás, se encargará como pueda la justicia. Que tiene sus tiempos, no son los
nuestros. Para el presente y hacia adelante la responsabilidad es de Cambiemos,
del gobierno de Mauricio Macri y la ciudadanía que espera va ganando también
las calles. En medio de una sociedad que además da muestras permanentes de la
división existente, por ahora tan irremediable como insanable.
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