martes, 29 de marzo de 2011

"La importancia de definir conceptos"




Al momento de escribir, uno siempre pone en juego todas las habilidades de que dispone, en el proceso de selección de tema y de las palabras a utilizar, además de imprimir todo el esfuerzo para intentar expresar lo más fielmente posible aquello que desea. 
Es importante tener siempre en mente lo que queremos decir, no desprendernos de ello para mantener el hilo conductor de nuestra exposición, haciéndola coherente; pero más importante aun es la selección de los conceptos con los que queremos enunciarlo. Si bien existe ambigüedad de algunas palabras, deberíamos intentar -si es este el caso- definirlas en el mismo escrito, para restar dudas acerca del uso que le conferimos en nuestra producción.
Siempre que sea necesario, dar una definición del concepto en función de lo que para nosotros significa, es una tarea que resulta en beneficio del mejor entendimiento de aquello que estamos manifestando.
Redefinamos: un Concepto es una unidad cognitiva de significado, esta compuesto, como lo enseña a teoría de Ferdinand de Saussure, por dos elementos, a saber: significante y significado. El primero es el término, la expresión lingüística; mientras el segundo tiene que ver con la interpretación que hacemos del mismo. Un concepto definido, bien utilizado (oportunamente esgrimido) implica la estrecha relación entre ambos elementos. Es decir, que la palabra se ajuste a aquello que interpretamos de ella (que la representación mental se corresponda con la imagen fónica que la expresa).
La utilización de conceptos –tanto en la expresión oral, como escrita- puede hacernos caer en problemas comunes: inadecuación, inoportunidad; producto de su mala utilización, que a su vez puede ser resultado de la falta de conocimiento adecuado sobre mismo.
Además de tener en cuenta lo que queremos decir, es importante tener presente el contexto en el cual lo decimos, con el que quiero significar: situación, receptores de mi expresión, ámbito de la misma, etc. La interpretación está ligada de manera irremediable a las experiencias personales, de mas está decir que no todos tenemos las mismas, por lo que el significante ‘árbol’ puede remitir a cada persona de manera individual a una imagen (significado) distinta del mismo, distinta a aquella que me he representado, por lo que tener en cuenta al receptor de nuestro mensaje, su contexto y las posibles experiencias del mismo, se vuelve un factor imprescindible.
Toda esta tarea se vuelve una gran empresa, por lo que invita a despertar a todos nuestros sentidos y ponerlos en alerta. Nos empuja a exprimir nuestras habilidades y exhibirlas a consideración, ya que una vez que terminamos el escrito o el discurso oral, el mismo es de nuestra autoría, pero a la vez también de todo aquel que quiera opinar acerca de él -profesores, pares, amigos, etc.- quien/es pondrán en juicio todo el proceso que hemos desarrollado.
Evaluar cada paso y cada uso es materia obligada, implica mucho tiempo, esfuerzo y una ardua tarea, necesaria si deseamos obtener buenos resultados y buenas críticas. Considero que poder asumir la palabra (oral y/o escrita) nos comporta el compromiso de analizar lo que vamos a expresar y los conceptos que usaremos para ello. Por ello, vale la pena el esfuerzo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

“El pueblo que no elige, opta”




Asistimos una vez más a una nueva campaña política, y aunque el contexto no es siempre el mismo, se reeditan las disputas, en un escenario repleto de viejas caras, muy pocas “nuevas”, éstas sin embargo de dirigentes que tienen historia.
Recientemente he leído un artículo publicado en Le Monde[1] que me pareció muy interesante, porque refleja lo que enuncio en el titulo del presente. En aquel el autor propone una mirada acerca de las próximas elecciones en función de que “sólo los ciudadanos deberían decidir el futuro de cada agrupación política. Lo contrario implica manipulación” con lo cual coincido plenamente. La elección de los conceptos me parece apropiada ya que puedo definir con cada uno las sensaciones que me provoca la próxima contienda electoral. La diferencia entre “elegir” y “optar” es nodal; mientras la primera me significa tomar una decisión según la preferencia entre las posibilidades presentadas, teniendo en cuenta un fin; la opción, por su parte, me simboliza la  toma de una decisión en función de la comodidad o seguridad más que por la predilección y el fin en si.
Lo que intento expresar en este sentido, es que mientras una implica compromiso -dada la evaluación racional de los beneficios o perjuicios que pudiera aparejar la decisión tomada- la otra implica lo contrario. Se opta con condicionamientos, tomando aquello que “tenemos a mano”, sin examinar evaluativamente nuestras preferencias. Se elige aquello que concientemente –acertados o no- queremos. 
En cuanto la elección significa compromiso, creo que nos corresponde a todos –ciudadanos, dirigentes- cada uno desde nuestro rol, acercarnos a aquello que nos compete y dejar de creer que es un ámbito en el que solo el vicio abunda. Desde ese espacio –la política-  es desde donde se gestiona en definitiva nuestro presente y futuro, por lo que considero perentorio el llamado a la participación activa y conciente en el mismo.



[1] Le Monde diplomatique. El Dipló. Febrero 2011.