domingo, 2 de octubre de 2016

Colombia sin paz


El acuerdo de paz que no fue aceptado por el pueblo deja abierto el interrogante acerca del futuro próximo lleno de incertidumbre de un país que sufre años de violencia extrema.
No se puede construir la paz sin el pueblo y el Presidente Manuel Santos lo sabe, “para que la paz sea estable y duradera es necesaria la aprobación del pueblo”. Convocó a un plebiscito que terminó sellando la negativa de buena parte de la población a los términos del acuerdo que se firmara entre el gobierno y las FARC hace unos días y suscitara tantas expectativas internacionales y algunas a nivel interno.
El oficialismo esperaba que ganara el sí, confiaba en que las expectativas por la paz superarían los recuerdos cercanos y las heridas abiertas tras años de enfrentamientos y dolor de quienes fueron víctimas directas e indirectas del accionar de la guerrilla colombiana.
Ahora la victoria del no obliga a replantear la negociación, la incertidumbre por parte del gobierno tras el fallido intento expresa hoy la necesidad de considerar la voz del pueblo y trazar nuevas negociaciones tomando nota de lo que el no expresó en las urnas.
Sumamente polarizado el país se dividió básicamente entre quienes consideran no estar en contra de la paz en si sino de los términos según los cuales se indultaba a los responsables guerrilleros casi sin sanción alguna y con la posibilidad de dejarlos participar de la arena política y aquellos quienes preferían olvidar el pasado y plantear un nuevo estado de situación a partir del acuerdo. Ambos polos con razones suficientes y válidas para defender sus posturas.
La campaña del si no tuvo el impacto necesario. No logró entusiasmar a la mayoría. La campaña del no -comandada principalmente por el ex presidente Álvaro Uribe- hoy oposición al gobierno de Santos tuvo mayor impacto dando los resultados que hoy conocemos.
El plebiscito era para dar legitimidad a las negociaciones que el gobierno llevó adelante. Las encuestas anticipaban una tenue victoria con una intención de voto positivo. Se hablaba desde el gobierno acerca de la posibilidad del retorno al conflicto armado en caso de que el resultado le fuera adverso. Y los críticos solicitaban la renegociación de los puntos más polémicos del acuerdo. Como la “Justicia transicional” según la cual los responsables insurgentes no serían juzgados por sus actos y las penas previstas no contemplaban condenas a prisión. La amnistía y el indulto era la medida para los combatientes mientras los responsables de crímenes más aberrantes debían cumplir con trabajos sociales. Además, se contempla la posibilidad de que los guerrilleros ingresaran formalmente a la arena política garantizando a través del acuerdo diez escaños garantizados para los próximos años en el Congreso Nacional.
El propio Papa Francisco se mostró favoreciendo el acuerdo enunciando su consideración hacia la labor de Santos en las gestiones realizadas en contrapartida de quienes para él arriesgaban todo para continuar en la guerra. No bastó para cambiar el curso de las cosas.
Ahora resta esperar como sigue y que final pueden darle a esta historia. El desafío sigue siendo cómo cerrar las heridas y construir un sistema democrático a partir de las ruinas. Cómo pensar en el futuro de provecho dejando atrás el pasado de terror. Lo moral y lo político se enfrentan a la realidad y chocan al momento de dar resolución al conflicto violento.

Nadie negaría que los acuerdos de paz son necesarios para vivir en sociedad, pero ¿cómo negociar con quienes han causado tanto daño social? Los colombianos pidieron en las urnas revisar el acuerdo, esto podríamos traducirlo en el reclamo directo al gobierno de mayor dureza en las sanciones para una porción amplia y poderosa de la misma comunidad que decidió vivir por años siendo combatiente del orden establecido y en su paso afectó para siempre la vida en Colombia, un país que busca paz y no la consigue conquistar. 

Medidas de fuerza contra el gobierno nacional: Ciudadanía Rehén.


Correr el eje de debate es la mejor manera de eludir responsabilidades. Hablar de la legitimidad de un reclamo en función de la legitimidad de sus representantes, los dirigentes gremiales, pone de manifiesto que siguen sin importar los mismos, los más vulnerables.
No se trata de una gestión puntual, se trata de necesidades insatisfechas de familias que necesitan respuestas de manera mas que imperiosa.
Salieron a la calle buena parte de los trabajadores a manifestar reclamos varios en contra de las medidas del gobierno nacional. Solicitan básicamente reapertura de paritarias. El gobierno ya expresó que no va a ceder. Y se plantean varias cuestiones, el equipo de gobierno respondio ayer al paro Marcos Peña fue el encargado de esgrimir sus comentarios al respecto a la prensa. Hablo de canales de dialogo que no se agotaron. Hablo de una medida que para ellos no tiene justificación en tanto que no se agotaron las instancias de dialogo con el gobierno. Y creo que de lleno surge como discusión la representatividad de quienes llevaron adelante la medida como representantes de los trabajadores o parte de los trabajadores.
Se pone hace un tiempo ya por parte de algunos medios algunos analistas la legitimidad de un reclamo en funcion de por un lado no agotar las instancias de dialogo con el gobierno nacional como te decía y por otro lado la verdadera legitimidad de algunos (porque tampoco es cuestión de poner a todos en la misma bolsa) algunos dirigentes gremiales que presentan ciertos como decirlo ciertos inconvenientes en cuanto a la justificación de sus ingresos y tambien en cuanto al tiempo que hace que ejercen el cargo de representantes gremiales.
Por alguna razón y yo creo que es valido pensarlo la CGT se unifica en un triunvirato conformado por “caras nuevas” –entre comillas- cada uno como del riñon o muy cercano a los viejos dirigentes caló Barrionuevo y moyano
Vuelvo a decirlo, la representatividad es lo que esta en discusión de los gremios y sin embargo los reclamos sociales tambien tienen su cuota de realidad y validez. Poner solo el foco en la representatividad en estos términos o en lo que decíamos el lunes de la expectativa por la convocatoria es realmente jugar un juego político de intereses políticos que no resuelve el problema de fondo que el un reclamo a partir de una necesasidad real. Existente.
Este jueves se espera la Reunión cgt - gobiernos. Piden reforma de ganancias. Dicen los rumores varios que El gobierno no piensa dar las rtas que se esperan. Te acordas hugo cuando decíamos que las primeras señales que daba el gobierno nacional respecto de los compromisos que había asumido en campaña como por ejemplo claro el tema de ganancias de subir el minimo imponible y aclarábamos que debíamos esperar el verdadero impacto de aquellas promesas.
Se suponía que se subiría el piso mas de lo que realmente finalmente succederá. No termina significando el cambio cualitativo que se esperaba y deja muchas decepciones en el medio.
Dicen tambien que la cgt podría acordar bono de fin de año con algun otra medida en este mismo tenor y podría detener sus propias medidas de fuerza con esto.

Que dicen muchos analistas y comparto: Anunciar paro sin fecha es claramente extorcivo. La medida de ayer para muchos resultara extorsiva para el gobierno nacional por supuesto en tanto se deslegitima el reclamo. Las formas el corte de calles es otro de los motivos por el cual se deslegitima la protesta. Sin embargo las necesidades existen realmente y tanto gobierno como sectores sociales en lucha deben encontrar un camino para resolverlos pensando mas en esas necesidades que en los intereses políticos en juego.
Los paros generan daños. Los servicios que no se prestan pone de rehenes a los ciudadanos
Hay malestar pero queremos dirigentes creibles y ya no cortes y paros

Ni sobre estimar ni estigmatizar, visibilizar y asumir el problema.




No importa el error metodológico, en porcentajes puede significar más o menos cantidad de habitantes en situación de pobreza/ indigencia en nuestro país pero en términos realmente significativos se trata de ciudadanos padeciendo necesidades. ¿Dónde ponemos el foco de discusión?
Conocidos los números del INDEC, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de nuestro país que viene intentado recomponer su propia situación critica, fue intervenido durante el último mandato de Cristina Fernández y desde entonces perdió no solo miembros técnicos importantes sino el prestigio que supo tener en otras épocas, además que dejó de dar índices claros acerca de la performance de nuestro país en ámbitos tan sensibles como el económico-social. Conocidos los nuevos números, fueron claras las alertas lanzadas al ámbito político desde esos datos. No obstante la política como responsable elige buscar responsables más que dar soluciones, respuestas claras a la demanda más acuciante.
Del lado de la gestión anterior eligen apuntar como el único responsable a la gestión actual, ésta elige hablar aun de herencia y en medio el ciudadano consciente que sabe que definitivamente existen responsabilidades compartidas. Es más, todo el arco político debe hacerse responsable del estado de situación actual. Pero más importante que ello, es necesario que mientras la justicia haga su trabajo la política de soluciones.
Se esperaba que el discurso del Presidente en conferencia de prensa en Olivos el día miércoles 28 de septiembre se tradujera en la definición de algunas instancias, sobre todo las que restan por venir, pensando en un diciembre cercano. Un diciembre siempre conflictivo, sobre todo en los últimos años, tanto que nos invita a pensar en la potencialidad de explosión de la conflictividad social en esas fechas.
Pero se perdió la oportunidad de poner verdaderos paños fríos sobre los números que con margen de error metodológico o no, circunstancia por otra parte absolutamente normal para cualquier proceso de medición, máxime de este tipo de mediciones, de todas maneras puntos más, puntos menos arroja datos que ponen sobre la mesa las deudas pendientes de “la política” y los políticos de nuestro país.

Es necesario que se definan líneas que desemboquen en impactos positivos  más inmediatos. Aquellos números (32,2 pobreza; 6% indigencia)  desmontan años de mentira y demuestran la falla en la visión más social de nuestra economía. Los fríos números reflejan una deuda pendiente como sociedad y deberíamos enfrentarla como tal. Pero sobre todo reclama acciones más rápidas, reflejos oportunos para poder revertir un poco esa sensación de no estar siendo atendidas. Después de todo, la ciudadanía ya no desconoce hoy, ni quienes lo dicen en voz alta ni quienes prefieren hacerlo en voz baja, la responsabilidad de la gestión que se fue, pero no deja de ver tampoco la responsabilidad de la presente. Y si esta “no tan nueva” gestión nacional quiere realmente ponerse a prueba, debe ser más contundente con aquellos sectores que hoy más que antes están -no “estigmatizados” sino- visibilizados. 

Malvinas, el traspié y la sensibilidad a flor de piel.


Se trata de una herida abierta para nuestro país que lleva a cuestas varias sin resolver. En este caso, aparece quizás como un intento de dar un mensaje a nuestro país desde un foro internacional, dejando más sabor a malentendidos y polémica que certezas.
El Presidente Mauricio Macri tuvo su primera oportunidad para esclarecer a través de su discurso en la ONU, Organización que encuentra reunidos a los mandatarios de los países miembros esta semana en Estados Unidos, los pilares fundamentales de su política exterior. Pero lo que podría haber sido visto solo de manera positiva tuvo consecuencias –seguramente incluso para la gestión M- inesperadas.
Tras el discurso propiamente dicho y el encuentro de nuestro Presidente y la Premier británica Theresa May, Macri habló con medios a los cuales les dijo que las conversaciones sobre la soberanía nacional de las Islas estaba “muy avanzada”. Inmediatamente trascendido este comentario inició un espiral de rumores y comentarios sobre un tema sumamente sensible para nuestro país. Recuperar las Islas Malvinas seguramente sería un inconmensurable baluarte para cualquier gobierno. Uno que lo catapultaría a la historia.
Pero muy lejos está esa intención de deseo de las conversaciones reales. Tal es así que después de toda la polémica por aquella declaración nuestra canciller, Susana Malcorra se apresuró a negar la situación, algunos dicen más rápida de reflejos que nuestro mandatario, intentando resolver de antemano una cuestión diplomática que podría haberse tornado conflictiva poniendo en juego, además su propia candidatura dentro del Organismo de Naciones Unidas. Más tarde el mismo Presidente volvería tras sus pasos en sus dichos, relativizando los mismos. Y es que fue un disparador que generó repercusiones mundiales, no solo de los países involucrados sino también en las Islas.
De todo el episodio podemos concluir en primer lugar que esta discusión sigue siendo un tema de agenda, vigente. Como contrapartida a la falta de resolución existe la intención de no entregar las banderas de lucha por la soberanía. Estas que se reivindican y sobre las que se declara lucha inclaudicable, tanto de las Islas como del sector antártico.
Es tan sensible que resulta que hablar sin miramientos sobre Malvinas –uno de los pocos puntos en los que se puede hablar de un acuerdo que trasciende los partidos- y pensar que iba a ser gratuito o peor, que iba a pasar sin mayor escándalo por el simple y repetido recurso de ningunear el tema, es casi una confesión de carencias propias, más que un ejercicio de astucia.
Es ya un rasgo constitutivo del gobierno de Macri este “estilo” de hacer política, estos  modos siempre equívocos, que parecen subestimar la política desde una pretendida “simpleza”, que en rigor parece poco prudente, casi de amateur. Y es que la política es siempre mucho más que el discurso. Y a la vez las repercusiones del discurso siempre deben ser entendidas como insospechadas. Por ello es bueno ser claro, mejorar la comunicación. Concentrarse y ubicarse en tiempo y espacio al momento de hablar. Las consecuencias inesperadas de lo que uno dice pueden ser mejor previstas y contenidas con la correcta mirada política tanto del interior de nuestro país como de países vecinos.
En el medio se proyecta la oportunidad de la oposición siempre alerta para apuntar a los errores. El aprovechamiento político de los espacios no abarcados por la gestión Cambiemos.

No está claro si fue un error de interpretación de los dichos del Presidente o fue un grosero error de perspectiva política a secas, lo que sí está claro es que fue una polémica innecesaria. Tendríamos que estar abocándonos solo al discurso en sí, a la propuesta del mismo que por su parte tampoco fue revelador en cuanto a la perspectiva política exterior, pero este hecho tomó protagonismo en un escenario que tiene varias aristas complejas para un gobierno nacional que sigue sin ocupar el centro de “la política” como protagonista descollante, dando más incertidumbres o muestras de fallas que respuestas a las demandas conflictivas que le tocan resolver. Podríamos esperar algunos meses más para ver si finalmente se entiende el lugar que ocupan, en el amplio sentido del enunciado.  

¿Por qué el problema es político?


A esta altura es fácil reconocer que la interconexión es explicita, lo económico influye en lo político y en lo social, lo político se mueve al calor de lo económico y social y lo social provee de clima a lo político desde lo económico. Los tres factores se condicionan de manera inevitable.
En nuestro país de forma exacerbada se reproduce este proceso, dejando en manos de los resultados efectivos económicos la suerte de los gobiernos. Todo depende de cómo pilotee el equipo al país en momentos turbulentos. Las declaraciones y acciones del mismo generan la confianza o la quita del apoyo necesario para avanzar.
En esta instancia el problema es político porque hubo un cambio de gestión que implicó (e implica) un nuevo modo comunicacional pero más profundo aun, una nueva mirada política. Es una gestión que busca a su modo encauzar internamente a nuestro país de manera distinta a la anterior y pararlo respecto al mundo también de modo diferente.
En el plano interno, las conquistas sociales son difíciles de erradicar, para ello no hay discurso que valga, ni hechos de corrupción que legitimen la eliminación de -por ejemplo- asistencia social del Estado a un país que lo necesita. La necesidad es clave en la operación, no se puede simplemente eliminar la asistencia social a sectores vulnerables sin darles otras herramientas validas de contención.
Seguramente en los planes de Macri está la noción del Estado más ligero, “liberal” y como contrapartida se encontró con un Estado engrosado hasta el rebasamiento de sus propias capacidades económicas para sostenerse. Y el problema político aparece una y otra vez dado que la idea (a la que podemos arribar en función de más especulaciones y análisis de los movimientos dados en términos económicos, porque hasta el día de la fecha no han presentado un plan económico formal) de “achicar el Estado” no se traduce de manera directa a la forma correcta, sin conflictos de hacerlo. 
Ejemplo claro de esto es lo sucedido con las tarifas de gas, para las cuales el gobierno nacional intentó saltar el paso constitucionalmente previsto para su tratamiento, avanzó en los aumentos y sufrió el revés judicial que retrocedió los mismos generando prácticamente caos e incertidumbre respecto a lo que el consumidor debía abonar. El gobierno se escudó detrás de los tiempos apremiantes, pero no dio cuenta de que no se puede simplemente tocar el bolsillo ciudadano. Hoy más que nunca las alertas están puestas sobre una nueva gestión tras los hechos conocidos de su antecesora.
Y poder que no se ocupa o no se ejerce termina siendo arrebatado por quien pueda -con capacidad técnica/operativa- usufructuarlo. La mirada política es la única que puede resolver la situación, los cambios deben ser graduales, no inmediatos. Difícilmente consiga sostener la aprobación una gestión que no lo entienda. Detrás de los números de las distintas mediciones económicas hay vidas, algo que el equipo de los CEOs devenidos en funcionarios no pueden perder de vista. Y Macri debe poder convertirse en el líder que se espera que sea como Presidente de esta siempre conflictiva nación.



La medida del cambio


A propósito de la situación actual del gobierno nacional a nueve meses de su gestión, viniendo oportunamente a tiempo con las definiciones acerca de la relación de éste con uno de los actores socio políticos de nuestro país como son los sindicatos, se analiza la medida del cambio.
Fue uno de los motores de la campaña y dieron nombre a la alianza que los llevara al poder en 2015 “Cambiemos”. Supieron leer el contexto y la necesidad del momento con el lema propuesto. Lograron la victoria que ahora les reclama visualizar los cambios que están dispuestos realmente a generar en una sociedad que plantea varias aristas complejas.
Y es que los cambios culturales que necesitamos son más difíciles que sólo el planteo en el discurso. Se trata de cuestiones más profundas y enredadas, así como enraizadas.
Cambiar solo formas y no fondos es solo maquillar el cambio. Cumplir con lo superficial del cambio, no lo sustancial.
El agotamiento del modelo en las formas un tanto prepotentes o dominantes en demasía -algo que significó que muchos analistas hablaran de autoritarismo por parte de la ex mandataria- sumado a la mala lectura del contexto que hicieron y las decisiones sobre los candidatos, más las estrategias de campaña todo lo que les dio el resultado que obtuvieron, la derrota por supuesto. Esta derrota que se llevó puestos a varios candidatos y al peronismo que aun hoy busca recomponerse tras el shock y pensar en el futuro.
Mauricio Macri se plantea desde el inicio de su gestión mostrar permanentemente el cambio de formas, su acercamiento y dialogo con gobernadores y periodistas es muestra de ello. Pero hoy el análisis pasa por ¿Cuál es el cambio real y el que la ciudadanía pidió? Votamos “Cambiemos” pero nunca definimos qué ni cómo.
Los argentinos votamos por cambiar las formas, los modos de conducción política intolerantes, confrontativos que arengaba a una grieta social que nos dividió, los modos algo autoritarios de los discursos y acciones del kirchnerismo. Esto, sin lugar a dudas, pero en términos de perspectiva económica nadie estaría dispuesto a volver a los 90. La memoria reconoce que fueron años de aparente buena ventura económica que terminó siendo superfluo, una burbuja. Desembocando finalmente en la crisis tan profunda de 2001. Dando claras muestras de aquella superficialidad en la que vivimos.
El gobierno se debate en si mismo qué cosas y como cambiar. Es bueno reconocer que esta gestión solo puede iniciar (o intentar hacerlo) rompiendo una punta del iceberg. Las transformaciones sociales no son automáticas más alla de que si inician desde una situación que advertimos como critica de nuestras circunstancias.
Como primer paso la verdadera voluntad política para iniciarlo. El cómo es otra de las cuestiones a abordar, seguramente tiene que ser en dialogo multisectorial y participativo para generar los acuerdos necesarios. Consensos.
La decisión hoy está en manos de Cambiemos, que por momentos parece demostrar vocación de dialogo y perspectiva de ampliar el margen de responsabilidades sobre los hechos conflictivos que debemos resolver como sociedad. Habrá que ver hasta donde realmente se abre el dialogo y si podemos realmente construir consensos. Y si esto de “Responsabilidades Compartidas” esbozado por el Presidente en sus discursos no es solo una estratagema política para no llevarse todas las culpas en caso de que “salga mal”.