martes, 6 de septiembre de 2016

Ganar la calle


Es la consigna política para demostrar poder en el espacio visible.

De nuevo, el estilo de protesta que siempre hemos utilizado, vuelve a ser protagonista. La oposición a esta gestión de gobierno nacional se organizó para el reclamo -aunque aparenta ser una organización solo oportuna y conveniente, más allá del mismo la unión de fuerzas real es un poco más compleja y aparece como menos probable-.
Hoy es el acto central y cierre de la denominada “Marcha Federal” que comenzó el miércoles desde distintos puntos del país, uniendo provincias a su paso, motorizada por dos CTA (conducidas por Micheli y Yasky) a las que se suman: el kirchnerismo, organizaciones sociales afines, partidos de izquierda y camioneros de  Pablo Moyano. 
Podemos plantear al menos dos maneras de verlo en lo inmediato: por un lado la existencia real y evidente de la conflictividad social, creciente, que no parece demostrar resolución pronta. Llamado de atención para la gobernabilidad. Por otro, el mero uso de esa conflictividad social para demostrar una instancia más de la lucha por el poder político. Eterno e innegable conflicto de intereses.  Como analistas o como ciudadanos podemos pararnos en cualquiera de las perspectivas y seguramente no estaremos equivocados.
Necesariamente detrás de cada medida  de fuerza existe la oportunidad para que la oposición avance haciendo suyo un reclamo que sobrepasa su función, incluso supera la representación que pueda hacer la oposición de los reclamos.
Ganar las calles es lo que da a la lucha social visibilidad, mientras la cantidad de manifestantes que convoque le medida se traduce en el apoyo, la adhesión a la forma de protesta y a los reclamos vertidos en ella. Además las figuras que encabezan los actos, como representantes gremiales y dirigentes sociales, también aportan su cuota de legitimidad a todo el procedimiento.
Es evidente que no ha habido acuerdo en la unidad del planteo de lucha para este día, lo que habla de cómo juega la política en toda esta circunstancia.
Dialogo versus actitud dura respecto a la protesta, otra vieja discusión jamás saldada. Y es que sea cual fuere la actitud que tome el gobierno nacional al respecto, actuar en contra de la marcha o no, sin dudas será cuestionado. El gobierno teme los costos políticos. Prefiere dejar hacer y esperar el impacto, las repercusiones post que “lo orienten” sobre cómo actuar en cada caso.
El diálogo debería ser la respuesta a las problemáticas, sin embargo también se encuentra complejizado en tanto los sectores (Gobierno- Oposición) realmente tienen visiones enfrentadas. La parte del reclamo por supuesto que va a requerir paritarias, aumentos de sueldo, demás condiciones laborales más favorables y el gobierno dice no estar en condiciones de acceder a esto. Resulta que el oficialismo prefiere dejar que se desarrolle la protesta para medir la misma y ver si se accede o no a los reclamos.
En cada instancia de reclamos al gobierno actual se reedita la figura de derecha / izquierda pero se utiliza de manera radicalizada para exponer que el otro desde el lugar que ocupa en el espacio político no puede ver las razones del que está en la vereda de enfrente. Se pide abiertamente la cabeza del gobierno. En el discurso que por suerte no tiene tanta repercusión pero no hace bien el discurso en estos términos. Pone en tela de juicio el respeto por la institucionalidad de nuestro país. Y por la elección de miles de ciudadanos. De alguna manera reconocer la identidad del otro como contrincante político pero no enemigo íntimo y además conservar los resguardos democráticos podrían llegar a hacer la diferencia.
Ojala el conflicto se resuelva de la mejor manera y que los sectores, cada parte, obtenga respuestas a sus demandas de la manera más beneficiosa posible. Los acuerdos son necesarios para la estabilización de nuestro país. 



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