Es la consigna
política para demostrar poder en el espacio visible.
De nuevo, el estilo de protesta
que siempre hemos utilizado, vuelve a ser protagonista. La oposición a esta
gestión de gobierno nacional se organizó para el reclamo -aunque aparenta ser
una organización solo oportuna y conveniente, más allá del mismo la unión de
fuerzas real es un poco más compleja y aparece como menos probable-.
Hoy es el acto central y cierre
de la denominada “Marcha Federal” que comenzó el miércoles desde distintos
puntos del país, uniendo provincias a su paso, motorizada por dos CTA (conducidas
por Micheli y Yasky) a las que se suman: el kirchnerismo, organizaciones
sociales afines, partidos de izquierda y camioneros de Pablo Moyano.
Podemos plantear al menos dos
maneras de verlo en lo inmediato: por un lado la existencia real y evidente de
la conflictividad social, creciente, que no parece demostrar resolución pronta.
Llamado de atención para la gobernabilidad. Por otro, el mero uso de esa
conflictividad social para demostrar una instancia más de la lucha por el poder
político. Eterno e innegable conflicto de intereses. Como analistas o como ciudadanos podemos
pararnos en cualquiera de las perspectivas y seguramente no estaremos
equivocados.
Necesariamente detrás de cada
medida de fuerza existe la oportunidad
para que la oposición avance haciendo suyo un reclamo que sobrepasa su función,
incluso supera la representación que pueda hacer la oposición de los reclamos.
Ganar las calles es lo que da a
la lucha social visibilidad, mientras la cantidad de manifestantes que convoque
le medida se traduce en el apoyo, la adhesión a la forma de protesta y a los
reclamos vertidos en ella. Además las figuras que encabezan los actos, como
representantes gremiales y dirigentes sociales, también aportan su cuota de
legitimidad a todo el procedimiento.
Es evidente que no ha habido
acuerdo en la unidad del planteo de lucha para este día, lo que habla de cómo
juega la política en toda esta circunstancia.
Dialogo versus actitud dura
respecto a la protesta, otra vieja discusión jamás saldada. Y es que sea cual
fuere la actitud que tome el gobierno nacional al respecto, actuar en contra de
la marcha o no, sin dudas será cuestionado. El gobierno teme los costos
políticos. Prefiere dejar hacer y esperar el impacto, las repercusiones post
que “lo orienten” sobre cómo actuar en cada caso.
El diálogo debería ser la
respuesta a las problemáticas, sin embargo también se encuentra complejizado en
tanto los sectores (Gobierno- Oposición) realmente tienen visiones enfrentadas.
La parte del reclamo por supuesto que va a requerir paritarias, aumentos de
sueldo, demás condiciones laborales más favorables y el gobierno dice no estar
en condiciones de acceder a esto. Resulta que el oficialismo prefiere dejar que
se desarrolle la protesta para medir la misma y ver si se accede o no a los
reclamos.
En cada instancia de reclamos al
gobierno actual se reedita la figura de derecha / izquierda pero se utiliza de
manera radicalizada para exponer que el otro desde el lugar que ocupa en el
espacio político no puede ver las razones del que está en la vereda de
enfrente. Se pide abiertamente la cabeza del gobierno. En el discurso que por
suerte no tiene tanta repercusión pero no hace bien el discurso en estos
términos. Pone en tela de juicio el respeto por la institucionalidad de nuestro
país. Y por la elección de miles de ciudadanos. De alguna manera reconocer la
identidad del otro como contrincante político pero no enemigo íntimo y además
conservar los resguardos democráticos podrían llegar a hacer la diferencia.
Ojala el conflicto se resuelva de
la mejor manera y que los sectores, cada parte, obtenga respuestas a sus demandas
de la manera más beneficiosa posible. Los acuerdos son necesarios para la
estabilización de nuestro país.
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